domingo, 26 de septiembre de 2010

Si una espina me hiere

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Si una espina me hiere, 
me aparto de la espina, 
pero no la aborrezco! 
Cuando la mezquindad 
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina, 
esquívase en silencio mi planta,
 y se encamina, 
hacia más puro ambiente de amor y caridad.


¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores! 
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores, 
y no prodiga savias en pinchos punzadores: 
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,


se llevará las rosas de más sutil esencia; 
y si notare en ellas algún rojo vivaz, 
¡será el de aquella sangre que su malevolencia 
de ayer, vertió, 
al herirme con encono y violencia, 
y que el rosal devuelve, 
trocada en flor de paz!
                                    

                                                                            Amado Nervo.

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