miércoles, 14 de diciembre de 2011

Las cuatro esposas.

Había una vez un rey que tenía cuatro esposas. Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Le daba lo mejor.


También amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.


También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para que lo ayudase a salir de los tiempos difíciles.


La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella lo  amaba profundamente, apenas  se fijaba en ella.


Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: Ahora tengo cuatro esposas conmigo, pero cuando muera estaré solo.


Así que le dijo a su cuarta esposa: “Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?”. “¡Ni pensarlo!”, contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras. Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo filoso.


El entristecido monarca se dirigió a su tercera esposa: “Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?”. “¡No! -contestó su tercera esposa- ¡La vida es demasiado buena! Cuando mueras pienso volverme a casar”. Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.


Entonces le dijo a su segunda esposa: “Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?”. “Lo siento, no puedo ayudarte esta vez”, contestó la segunda esposa. “Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte”. Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey.


Entonces escuchó una voz: “Me iré contigo y te seguiré doquiera tus vayas”. El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo: “Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo”.


En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas.


Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien; nos dejará cuando muramos.


Nuestra tercera esposa son nuestras posesiones, condición social y riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros.


Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.


Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará donde quiera que vayamos. Así que, cultivaba, fortalécela y cuidarla ahora Es el más grande regalo que puedes ofrecerle al mundo.
                                       ¡Déjala brillar!
                                                                 desconozco el autor.

4 comentarios:

  1. Una historia muy bella y con una gran reflexion.
    Abrazos.

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  2. vaya!!!! que lección tan importante nos compartesesta vez Andrea!!!!! muy buen relato!!!!! un abrazote y bendiciones en forma de copos de nieve :)

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  3. Hola Betty!! me alegra que te haya gustado esta reflexión, es muy interesante!! gracias por tu comentario y tu tiempo dedicado para pasar por aquí, besos amiga y mucha luz!!!

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  4. Hola Eliz!!! gracias por tus bendiciones en forma de copos de nieve!! jejejej!!1 me vienen fantástico para refrescarme ya que por aquí hace mucho calor!! besitos y bendiciones con calorcito!!!

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